Nota del director
Tenía algunos años sin dirigir teatro en español en la ciudad de Nueva York. La razón no la tengo clara todavía (o prefiero inconscientemente dejarla en penumbras). Nueva York es hostil y el teatro en ella, sobre todo en español, muy ingrato. No sé. Por ahí va la cosa. Es fácil quejarse en NYC y dejar que la desidia nos posea. Por suerte, las tentaciones siempre nos sacan del letargo y era imposible no ser seducido por dos acontecimientos que este año ofrecía.
El 2018 vino con dos hermosas coincidencias: el centésimo vigésimo aniversario del natalicio de Federico García Lorca y los diez años de la partida de José Martínez Queirolo “Pipo”, mi maestro y mentor. No hacer algo al respecto sería un sacrilegio y yo no quería pecar.
Buscando entre mis apuntes y manuscritos, encontré una adaptación de Pipo del Retablillo de Don Cristóbal que realizamos en el noventa y ocho con motivo del centenario de Lorca. ¡Golazo! Había no sólo encontrado una obra hecha por los dos homenajeados, sino también un pedazo importante de mi historia teatral. ¡Más agradecido no podía estar!
Así, pues, llega a ustedes mi nuevo trabajo en Nueva York y en mi idioma, el cual tiene, a más del genio de Lorca y la pluma prodigiosa de Pipo, un prólogo introductorio de este humilde atrevido que quiere abrazar con tinta a sus dos adorados amigos.
Retablillo no es una joya intelectual, pero sí del ingenio popular. Esta experiencia de inocente irreverencia, en donde todos nos vemos reflejados y en donde nadie es tan bueno ni tan malo, “servirá de limpieza en una época en que maldades, errores y sentimientos turbios llegan hasta lo más hondo de los hogares.”
José Ignacio Vivero